la felicidad es un arma caliente me la soba. sólo estoy durmiendo, carajo

Mi nombre es Juan Pedro Pérez. Tengo 21 años. Hace una semana descubrí que quiero ser escritor. Ahora mismo, estoy dándome cuenta que puedo lograrlo. Si quiero, puedo convertirme en el peor escritor jamás leído. Mis metas buscan un éxito inédito.
Niéguenme si no, que haya una idea más infantil, previsible, aberrante, carente de ingenio, originalidad e interés, que empezar un cuento con una enumeración de los datos personales más elementales del autor. Yo no podría negarlo.
Aunque ahora que pienso, sí. Extender esa idea a lo largo del relato, cual carta a desconocido o confesiones autorizadas, donde abunde la descripción de gustos, hobbies, fechas, disgustos, estudios, pelis y discos favoritos, amistades, es la peor idea.
Hoy es martes 15 y me encantan las milanesas. Se dejan tocar, no como las sicilianas, que te hacen comer lava del Etna si osás agarrarles con una mano la boca de abajo y con la otra abrazarlas. Me pasó con tres.
Soy hincha de Huachipato, de Carabobo, de Figueirense, de Deportivo Pasto, de Villa Teresa, de Jorge Wilstermann, de Douglas Hay de Pergamino, de 12 de octubre, de Olmedo y de Cnel. Bolognesi. Gracias a mi fanatismo pude recorrer todita Sudamérica. Sé fanático y viajarás.
Sigo a mis cuadros a todos lados, de chiquito. Desde la cuna te vengo a ver / abrigadito con pulóver canto entre la monada cuando el clima lo amerita; los nuevitos, los que van sólo cuando ganamos, me oyen y se rascan de envidia. Para las jornadas calurosas adapté el cántico: los nuevos que me chupen el orto / el calor que tengo no lo soporto.
Debo confesar que una vez me confesé (ahora son dos). Fue en una iglesia en Venezuela, a la vuelta de un partido del Carabobo. Sentí imperioso limpiar mi lengua de toda la blasfemia que le había obsequiado al lineman. Yo no era así y el lineman no merecía ni la mitad de mis puteadas. Seguro, esa cara de infeliz que tenía se debía al maltrato de su mujer. Fui a ver al padre Milio, gran hincha del Cara.
La limpiadora me paró en la entrada. Le pregunté por el padre y me contó que estaba de vacaciones en una isla del Pacífico, adoctrinando a tres monaguillos sobre el Agua Transparente, las Palmeras y la Santa Arena, que si yo quería podría escucharme su suplente, el padre Aústo.
Salí de la iglesia y había un vagabundo descansando en la escalera. Ahí mismo le confesé que el padre Milio no era padre, sino un reverendo hijo de re mil putas que cuando uno más lo precisa, o está de vacaciones o está sentado en el palco, viendo al Carabobo.
Espero que dejen comentarios dignos de un cuento como este. Sean ingeniosos con la puteadas y no descuiden la parte gangsteril. Tengo hermanas, abuelos, un blog y seres queridos. Pueden utilizarlos de rehenes.
El primero que me dé para adelante se va a arrepentir. Al segundo lo voy a buscar a la casa.

el sabor que deja el comentario, parte IV

No me reportan estas palabras que se vienen felicidad alguna. No suscribo a ese invento occidental. Escribir es mi trabajo, y como tal lo detesto.
Durante mi corta vida he experimentado con personas de toda estirpe bajo las condiciones más disímiles. Viví relaciones epistolares, platónicas, concubinarias, imaginarias, fui secuestrado, me mudé a una isla inhóspita, trabajé como guardia en la celda de un burro en un zoológico en el interior, viaje a la India donde me encontré a mí mismo. Por alguna patología que no logro diagnosticarme, ninguna me ha sido duradera.
Con la apertura de este espacio y a partir de la repercusión que tuvo en ciertos engendros, en un momento creí que podría cambiar la pisada. Interesantes idas y vueltas me dieron ánimo, me mostraron que mi ruta no se erigía en un elástico por el que sólo uno camina, y que tal vez valía la pena vivir buscando la complicidad perpetua.
Hasta que la miseria humana reafirmó lo que pienso: soy mejor repartiendo que con la gente. No duro con la gente.
Por esta decisión que tomé, mi psiquis no se vio exenta de contrariedad. Jamás rompí una relación de manera unilateral. Creo en el diálogo, en la contraoferta; nunca me remangué los pantalones para decidir nada, por algo es que no me gusta la encandilada. Hasta ahora.
La autoridad brotó en mí como un herpes. Me veo obligado a cortar por lozano. No pienso arriesgar potenciales relaciones con cientos, miles de lectores por un simple y tejano sindicalista.
La ominosa sospecha que hace un tiempo sembré al fin se confirmó. Arduo trabajo me llevó elaborar los contenidos de mis posteos y resolver sobre la cronología que les destinaría. Noches de insomnio buscando argumentos que invaliden mi teoría, deseando que esa tesis naufragase. Y por otro lado, hubiera sido capaz de someterme al más vil de los vejámenes si fallaba en mi presunción. No fallé.
No es mi culpa que este mundo considere a la locura un flagelo. Las variables exógenas brillan por su presencia; todo está dado. No es mi labor cuestionar la ética occidental sino adaptarme a ella. Y claro, aceptarla. Y calladito la boca.
Se preguntará usted, señor García, qué criterio se utiliza para vincular la locura con la pobreza, con el periodismo deportivo, con las drogas, con las suegras... en fin, con el mal que se le ocurra. Pregúntese tranquilo don Fili, que nadie va a responderle. Todo viene dado. Sólo conseguirá dedos índices callando su boca del cerebro. Mi dedo es uno de ellos.
He decidido cortar todo vínculo entre usted y yo, o entre usted y mi blog, o entre sus palabras y mis comentarios, o entre sus comentarios y mis incuestionables valores.
Usted está loco, le saltó la térmica, no está institucionalizado, los patitos no le van en fila, es un esquizofrénico, no le llega el agua al tanque y así podría seguir.
Llegar al punto de inferir palabras como si fuesen mías, crear diálogos incoherentes, tratarme de verdadero escritor, y lo que me resultó más chocante: verdadero artista... Usted no está bien.
Lo peor es que le avisé. Le recomendé que se tratase, que viera a un especialista cuando todo aquello de su personalidad múltiple. Usted, como siempre, se mofó de mis palabras. Y me lo negó. Típico de gente como usted. No reconocer cuando tienen problemas.
Como a todo loco hay que apartarlo, tirarlo a la banquina y que se pudra al rayo del sol y a los rayos de la luna, que son los mismos que los del sol.
Es la única solución que encontré, y me duele en el alma, si es que tengo. De ahora en más, como usted me aconsejó, cercenaré toda palabra suya que vea estampada en el apartado comentarios. Y ni se le ocurra hacerse pasar por otro (inherente en usted) pues prometo represalias fatales.
La locura se contagia Filiberto, sus ideas pueden llegar a calar hondo en mentes frágiles y desprevenidas. Incluso, pueden llegar a hacer pensar. Eso a mí, no me conviene.
Los locos como usted, al igual que los borrachos y los niños dicen la verdad. Y no hay nada peor que la verdad, aunque la Santa Palabra no haya podido decretarlo aún.
Hágase un blog propio. Allí podrá desplegar toda su pedantería, su gama de personajes y su batería de indicaciones al prójimo. Si resultase interesante, yo mismo dejaré algún comentario. Pero de ninguna manera voy a tolerar que me diga lo que debo hacer. Bastante me costó eludir la doctrina eclesiástica para que venga un disfuncional como usted a entrometerse en mi voluntad. Bien por usted si de chiquito fue a la iglesia en vez de a la escuela. Nuestro máximo jerarca es oriundo de la zona donde usted reside y seguro lo influenció temprano durante algún paseo por la plaza Lafone con su discurso proselitista y soporífero. No me sorprendería enterarme que de adolescente, usted padeció delirio místico.
Yo tomé otro camino. No sé si bueno o malo. Tan poco me interesa saberlo como lo que usted piense sobre mi inclinación sexual. En cuanto a esto, debo decirle que me desilusionó. Creía conocer a un loco, pero no al monstruo que resultó ser.
Cayó en lo rudimentario de la forma más primitiva. Cree usted de la existencia de una relación directa y proporcional entre el mariconismo y la mediocridad. Esta visión avala su condición de machista, sindicalista, fascista, cristiano y García Andrade.
¿Acaso no pueden convivir en un mismo ser la homosexualidad y la genialidad? Mi caso no califica. Tranquilamente puedo albergar en mi andar a un puto, a un genio, a un mediocre y a un no-puto. De hecho, me acosté con fieles reflejos de las cuatro especies, y a los nueve les di albergue en mi casa.
Pero qué queda para los Oscar Wildes, los Petru Valenskys, las Gabrielas Mistral, los Fernando Peñas, los Keanu Reeves, las Laura Canouras, las Sandras Mihanovich. Talentos como estos no merecen ese desprecio.
El comentario del señor García en estábamos viendo si salía me deja sabor a pena. No a lástima. Lástima siente el que se cree superior, el que sufre la desgracia ajena al verla explícita, y que ignora que su propia desdicha puede ser causa de júbilo en alguna otra parte.

estábamos viendo si salía

Y de repente, apagón. Ninguno de los cuatro se sorprendió por eso. Era tremenda tormenta la que estábamos sufriendo hacía ya, dos días.
El apagón es un traidor. No te avisa que está por llegar, y el que avisa no traiciona. No prendimos velas; ninguno de los cuatro fuma.
Revisamos los cajones de la cocina, los cajones del cuarto y los del baño, en busca de velas. Encontramos cinco. Las prendimos, las cinco.
De repente, apagón de velas. Nada más pudimos hacer, salvo acostarnos.
Al otro día seguíamos sin luz. Eso nos privaba de algunas cosas: no podíamos prender la luz, usar el calefón, ver la televisión prendida, apagar la luz.
Eso sí, teníamos luz natural. Y no quedaban vestigios de temporal. El sol enceguecía y picaba. Nadie precisaba prender la luz, ni bañarse, ni encerrarse a embobarse.
Nos fuimos de casa. Soledad se quedó.