lapicera negra

El día estaba hermoso. La noche ya había caído. La noche estaba hermosa está mejor. El día propiamente dicho había sido hermoso también, pero la noche lo era más.

Que sea de noche hacía la vida hermosa. Igual a como lo hace ahora, aunque ahora no es de noche.
La noche es más hermoso que el día. Aunque la tarde no se queda atrás. Es hermosa, pero menos que el día y mucho menos que la noche.

Por la hermosura que se venía dando, sentados en uno de los sillones que tenemos en casa consideramos mi novia y yo oportuno aprovechar la noche que caería para salir a discutir afuera. Ninguno dudó. Es que se venía una noche hermosa.

Nora eligió el lugar.
Su acceso es restringido. No está permitido el ingreso de relojes, celulares, campanas, cámaras de video, así como tampoco el de cámaras de fotos, teléfonos públicos ni cualquier otro disfraz que no sea un disfraz de cédula, cuchillo, mitocondria o lobo feroz.
No es excluyente estar disfrazado para entrar.

Salimos y una luna gigante nos tapó de oscuridad. Las lunas nuevas son hermosas. Odio la luna gigante, que estropea la noche con su luz infidente. Como cuando parece que no hay no hay.

La pizzería que Nora eligió abre sólo en noches hermosas.
Al dueño le fascina cuando la luna está gigante, y se ve. Pero más disfruta viendo gente disfrazada de cédula, de cuchillo, de mitocondria o de lobo feroz.
Los mozos no trabajan disfrazados. Llevan un hermoso uniforme.

Yo elegí la persona que nos atendería. Nora me hizo ver que no necesariamente debía ser una moza. Había cinco. Dos mozas y tres mozos. ¡Qué uniformes!

La moza que elegí era hermosa. No podía desentonar con la noche que nos firmamenteaba, oscura, hermosa.

Lo discutimos y Nora estuvo totalmente de acuerdo con mi elección.

gosta

Hasta que te conocí no te conocía. Y a pesar que te conocí, siento que no te conocí. Mis ojos no conocen, ven.
Llegaste y claro, no sabía quién eras. Me estiraste la mano. Yo la mejilla.
A veces pasa que soy más besuquero que otros hombres.

Cuando te fuiste seguí sin saber quién eras, aunque ya te había conocido.
Sabía tu nombre, supe allí tu apellido. Ni así te supe.

Escuché tus palabras, escuché con atención cada vez que interveniste.
Recién ahí te conocí.

Sos la persona más repugnante que jamás conocí. Lo supe ni bien terminaste de intervenir por última vez.
Luego rememoré y lo confirmé: entraste caminando, recién bañado y saludaste a todos, uno por uno con un besito a cada uno. Menos a mí.
Todo concordaba. Nunca había visto la asquerosidad que vi en tu actuar.

Agasajaste a la madre del cumpleañero.
Le diste un regalo a la abuela y le revolviste el pelo, como si fuese una pendeja de trece, como si el cumpleaños fuese de ella y como si la vieja tuviese cabello alguno. Lo tenía.
Desplegaste el regalo de nuestro amigo en la cama grande.

Si me vuelve a pasar algo tan espantoso como vos me pasaste por delante, juro que voy a poner algo en juego. Puede que sea la estatuilla de Jesús que gané como revelación actoral a mis primeros 29 añitos, por interpretar a Jesucristo.
Tres kilates cada muñeca; cinco cada ojo.
Apostaré que si algo tan siniestro como lo que viví cuando te conocí vuelve a entrometerse en mi destino, me fundo.

Vi cuando me miraste, las tres veces. Vos querías conocerme antes de conocerme. Deseabas que alguien delatara cómo se conforma mi familia, especialmente si tengo abuela y madre. Querías que te invitase a mi cumple.

El cumple venía aburridísimo. Llegaste vos, dejaste tres cosas sobre la mesa, y a partir de ahí lo disfruté como nunca. Mis ojos no conocen. Mis oídos sí.

Toda esa inmundicia caminando, hablando, estando. Gosta.
Habla Laura

Yo que sostuve la agitada trama
del verso escrito al borde del abismo,
siempre volví la espalda al cataclismo.
Yo soy la que no está. La que no te ama.

Yo que alumbré con pertinaz ausencia
tu visión de poeta endemoniado
respondí a cada agónico llamado
con la misma estelar indiferencia.

Soy Hidra que venció, fiera salvaje
que al héroe despedaza y atormenta
pero recibe a cambio un beso tierno.

Te pregunto: ¿no es cruel el homenaje?
¿No esconde acaso la mayor afrenta?
Muchas puertas, mi amor, dan al infierno.


Alejandro Dolina

ensayo sobre turismo sobre el turista

Acrobático el hombre despliega su energía
Por el pasto del Olímpico el penal del Goyco
Le han hecho una efigie generosa Recio estoico
Innegociable incapaz de fraguar una herejía

El turista italiano la mira con desprecio
Y envidia No tiene la estatua una amplia sonrisa
Se precipita su partida por eso Debe irse deprisa
Pero de pausa Olvidó saludar y a nadie agradecio

Se cruzó con una fiorentina ya vuelto con resabio
Era alta inmensa espalda de piel color ámbar
Descalza va por el fuego no al estándar
Rechaza regalos y se parte con el escavio

Juntos caminaron ella compró un diapasón
Sin la guitarra igual Sueña que la gente lo emule
Disfrazada borracha por la noche y deambule
Por el humo del ostracismo rasgue con el corazón
y le dé un uso mínimo a la razón

amigos del alma


Algún día de dos mil ocho

-Jorge, ¿qué me decís de Luis?
-¿Sobre Luis? Uhh, qué querés que te diga... Estoy apurado, otro día.
-Un par de palabras Jorge, sobre tu amigo Luis, cortitas.
-Y bueno, bien Luis. Como todos, no sé. Es un viejo amigo. Trabajamos hace mucho tiempo, juntos...

Luis Verdura (mil novecientos cincuenta y nueve – dos mil ocho)

Al otro día de aquel algún día

-Jorge, ¿qué me decís de lo de Luis? Dos palabras, sólo dos.
-¿Unas palabras? ¿Sólo unas palabras me pedís de Luisito? Te puedo hablar hasta mañana de este tonto que nos dejó. Pero ahora no. Dejame solo, por Dios te pido. No puedo más. Después hablamos.
-¿Cuándo?
-Ahora. Luis era un fenómeno. Nos dejó como queríamos que lo hiciese. Le erró al momento, pero a la forma le acertó. Una persona excepcional. Laburamos juntos hace una bocha, tantos recuerdos,
Recuerdo cuando tuve mi segundo programa de entrevistas, que me pedía todo el tiempo desde su programa, quería que trabajase con él, entonces me pedía todo el tiempo, me pedía al aire y me pidió con mi director de mi radio, al maestro eslavo también le pidió por mí.
Yo tengo mucho para dar. Soy de pedirme.
Pero yo siempre le decía lo mismo, dejate de joder enano hijo de puta hay gente mucho más interesante que yo para entrevistar, y un día fui. Fue el programa más visto del programa que conducía Luis, quizás luego de su actuación cuando al lado mío, lo mejor que hizo jamás.
En ese programa estaba yo. No sabés la alegría que me dio. Y cómo la pasamos. Cómo nos divertimos. Es que Luisito era así. Te hacía reír todo el tiempo. No paraba. Nunca lo ibas a ver mal. Siempre con una sonrisa a flor de piel.
Recuerdo también, creo que fue ayer, que se olvidó el almuerzo en el freezer y me mangueó, porque también se había olvidado de la billetera. Ahora que me doy cuenta, me dejó adentro. Es que la vida es así, loco. Cuando menos lo esperás pasan estas cosas espantosas y quedás endeudado.
Un grande, Luis. Aunque fuese un enano, ¿no? Eso lo hacía más grande, sin duda. Y cómo se reía. Con cuánta energía, con qué vitalidad. Lástima que ya...
-Jorge, ayer cuando te pregunté por Luis, ¿no podías adelantarme algo de esto?
-No me hagas acordar de ayer cuate. Ayer Luis estaba acá, con nosotros hermano.

el hombrecito que cuando reía se le veía la lengua

Jamás me enojo por causas injustas. Cuando me enojo, el excesivo volumen del mismo lo hace injusto.