“…friends like you, who needs friends…” Dirk Calloway, from Rushmore (1998, Anderson)

Mi mejor amiga tiene infinidad –cuántas si no– de amigos. No hay por qué extrañarse de esto. Mucha gente es así. Particular es que mi compañera de ru(p)t(ur)a es un ser despreciable.
De lo que sí habría que extrañarse, de lo que estaría obligado uno a extrañarse es de esta ¿diatriba?, si hubiese comenzado así: mi mejor amiga tiene una infinidad de amigos.

La amistosa mujer se gana la vida yendo a clase. Ha olido cuanto establecimiento educativo público exista: facultades, institutos, escuelas, clubes, periféricos, liceos, centros. Para todos ellos –la gente; no las facultades, no los institutos, no las escuelas, me cansé– tiene tiempo. Si no lo tiene, lo fabrica.
Como este metatexto, que si no lo tiene lo fabrica.

Así fue y es que mi mejor amiga, mi mejor, sigue haciéndose de amigos, que a la vez son sus clientes. A sus amigos no les cobra. Dinero. Pero amigos.

Es una profesional envidiable. Cualquiera que la conociese tibiamente pensaría que su trabajo es entrañable, pero no en una acepción simpática o metafórica del concepto, sino en cuanto a que únicamente un lugar tan hondo podía forjar esa especie de vocación, incluso más, que de un lugar tan hondo esa cuasibocasión podía arder y salir.
Vos tocás mi conocimiento sobre ella y es una caldera hirviendo: planifica todas las asistencias en el escritorio que está junto a la heladera, con semanas de anticipación. Escribe mucho. Deja nada librado al azar y según el caso, es capaz de convivir con el cliente, para adoptar su carácter, su forma de hablar, su firma. Su firma, sobre todo.

Ambidiestra, ha practicado la falsificación más de ochocientas veces en unas trescientas veinticinco listas dentro de quinientos cuarenta y ocho habitáculos distintos. Más o menos.
Esto indica que a algunos lugares asistió más de una vez. Lógico: clientes.
La variedad de rúbricas que ha vuelto apócrifas a lo largo de su extensa carrera no tiene nombre, ni número.

Si la cátedra que está recibiendo es de su agrado, si quiere se queda… y hasta el final de la clase, te diría. Claro, siempre y cuando no deba irse carpiendo, ya porque otro cliente ‘la espera’ o porque le han dado la captura y ahora están corriéndola.

Estuvo presa tres veces. Un amigo suyo la sacó una vez. Las otra dos veces también. El mismo. Antes de ser amigo fue cliente. Y después también.

Yo no abrazo el trabajo de mi amiga. Lo que hace me parece solidario y pérfido, malo. Asumir responsabilidades ajenas a cambio de amistad, sin cobrar un peso, sólo puede esperarse de una persona despreciable. Esa es mi mejor amiga.

Pero si a ella le gusta está bien. Es su vocación. Por más que yo tenga ciertas sospechas ciertas se trata de la vocación, esa especie en extinción que no es tal porque no llega a ser... hay que darle para’ delante igual.
No importa si esa vocación promueve la delincuencia, la falta a la verdad y la pereza; si legitima los carriles deshonestos por los que transita y se propaga la sociedad rabona; aunque auspicie una amistad de oropel.

Mi primogénito/primagénita, va a tener plena libertad de mi parte para decidir sobre su futuro. Desde ayer prendo faroles para que no me salga asistente social.

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