el sabor que deja el comentario, parte II

Me veo en la obligación de hacer algunas reseñas sobre el comentario que en No tengo ropa quedó encajado. Bien lejos me siento del Pelado Cordera, máximo exponente de la demagogia más chovinista. Prometí comentar sobre los comentarios que creyera oportuno comentar y he aquí la segunda entrega de El sabor que deja el comentario.
Si esto fue la primera reseña, acá se va la segunda: Mariana, a.k.a. mi hermana, al igual que la adorable muchacha de Trenque Lauquen, entendió de qué iba. No crean que por tratarse de comentarios extensos merecen este sitio de privilegio. Es su contenido, por inesperado, por polémico, por removedor, por escatológico quien finalmente inclina la balanza. Es evidente que el comentario se ubicó muy arriba en la Escala de Expectativas y por eso aquí la devolución. Debo confesar que uds. (comentarios) pueden lograr algo impensado cuando esto se gestó, si sólo se lo propusiesen: la razón de ser de este espacio. El camino recorrido por las citadas féminas puede allanar idems si queridos lectores, de ideas escaseasen.
Desechando cualquier atisbo de adhesión a la cronología, comenzaré diciendo que Mariana no respetó ciertos códigos. No será atractivo para el lector que no recibió ningún mail, que no entiende de cuestiones personales (o sea cualquier visitador hispanoparlante) notar contestaciones, con aires de reproche, sobre temas que desconocerá, por no haber sido publicados en la victimización, sitio austero si los hay. Mi deseo es atraer un sinnúmero de visitadores, que quieran dejar algo dicho, que lean sus comentarios cuando esto, y en lo posible que no desistan luego. De más está decir que jamás me retractaré; esto va para todos los destinatarios de mi mail.
En cuanto a la relación nombre del blog - dirección del blog, me viene bien para explicarle a toda la gente que me ha parado en la calle por lo mismo, manifestándome ideas suicidas en caso que no logren dilucidar la cuestión. Es muy sencillo, ¿o acaso alguien se sorprendería si mi casa, que ubicada en la calle X se llamase Y? No, nadie. Bueno, esto es igual. Mi casa se llama la victimización y queda en nuncalapunta. La relación nombre/dirección del blog: ninguna. ¿Por qué habría de tenerla?
Otra historia sería los por qué de la victimización y nuncalapunta; creo haber escrito al respecto en este mismo espacio. Sería un error flagrante el de Mariana no haber leído todos los posts antes de osar hacer algún tipo de comentario. Creo que no. Simplemente los invita a reflexionar, demostrando una actitud solidaria y mezquina a la vez; no cuesta un mango invitar a reflexionar.
Explicaré el concepto de victimización un poco mejor; tal vez sea vaga la reseña en la cabecera. Un triplero ignito es un especialista en esa modalidad (triples, hablamos de basketball), que está encendido, on fire, ignito. No tiene piedad con su cancerbero, y digo suyo porque a él le han asignado su marca (típica característica del baloncesto norteamericano). Lo ataca, una y otra vez, su muñeca está calienta, encendida, ignita, nunca erra. Es tal el vejamen que le propina que el entrenador retira de la cancha al cancerbero, sometiéndolo al vergonzoso vituperio. El cancerbero queda mal; en el banco no tiene consuelo. Ha sido victimizado por el triplero, que está en su noche.
Pero bien dice la cabecera que este sitio no te hace bien ni te hace mal, sólo te deja distinto. Le pasó a Mariana; lo deja bien claro en su comentario. Y quizás esa sea la voluntad ulterior de este espacio (si alguna vez tuvo una), nunca imaginada por mí.
Mi admiración por Ernesto Jeréz (relator, entre otras disciplinas, del basketball de la NBA en la cadena ESPN) hizo que tomara de su ingenio el concepto de victimización y lo usara para denominar mi casa (vale decir que nada mejor se me ocurrió en el momento). Es el mismo fenómeno de haló, a distancia el gatillo, y levantó las manos; de costa a costa; desde Saturno; el ponti; estuvo el alley, faltó el up, y algunas más que ahora se me escapan. La última que le escuché hace referencia a cuando un jugador, disconforme con el fallo del juez (casi siempre Dick Vabetta) le entra a hablar y hablar y hablar hasta que se come un merecido técnico... acaba de aplicarle un jarabe mandibular al juez. Brillante, Ernesto.

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