me cuelgo con la tele

Ayer me subí en un banco y me caí.
Para no sufrir otra frustración, la próxima vez me paro en la televisión.

1 comentario:

Contrase�a �ptima dijo...

En estos días no me he puesto en contacto porque fueron un tanto complicados. En Trenque Lauquen aún no se ha descubierto la penicilina, por lo que, al deber realizarme un chequeo médico, hube de viajar, en tren, al Partido de Necochea. Una vez allí, me apersoné por el centro de matasanos local y me entregué a los médicos de la organización.
El resultado aún no me lo han dado, dijeron que me llaman para darme la fecha en que va a estar disponible. De todos modos, los tumores deben estar ya muy avanzados. Sobre todo los de la zona abdominal; no tengo identificado con certeza en qué órgano se desarrolló el primigenio. Sospecho de Estómago, ese maldito. Jamás nos caímos bien. Siempre me reprochó no llenarlo lo suficiente. ¿Pero qué podría haber hecho yo? Nunca tuve a Petito. Recuerdo un día en que comí solamente una tostada. No fue por pobreza o desabastecimiento momentáneo. No. No tenía hambre y no comí. Listo. En fin, sospecho de él. En su musgoso interior debe haber acurrucado los primeros sedimentos tumorosos. Sí, debe haber sido él. Me juego la vida. Por venganza, obvio. Estómago es un ser repugnante. Me lo imagino (nunca nos vimos cara a cara) como una gaita escocesa tocada por un escocés que no la sabe tocar y la llena de baba y restos de comida, y de pollera. Una vez, que me murmuraba no sé qué cosa, se lo dije gritándole: “Callate, Vejiga, sos como una gaita escocesa tocada por un escocés que no la sabe tocar y la llena de baba y restos de comida, y de pollera”. Se enojó muchísimo. Lo que más le molestó fue que lo llamara Vejiga, no se llevan. Por esos días me devolvía todo, y yo tenía que andar con trapos en los bolsillos limpiando aquí y acullá aquello que ensuciaba: los vestidos ajenos, los míos propios, los libros de estudio, las manos, los pies. Así estuvimos alrededor de un mes. Un día no soporte más y le pegué una trompada en la boca. Me doblé de dolor. Pero se calmó el muy sotreta.
Y así vivimos lo que nos queda, intercalando momentos de paz con otros de encarnizada contienda.
Sí, debe haber sido él.
De todos modos ya no importa. Se está pudriendo en su propia mierda.
Como yo.
No, yo no como, así no lo lleno.