el sabor que deja el comentario

Hace poco llegó el comentario que inauguró el espacio que este espacio cálido le dará a los comentarios que hacen referencia a este blog en particular el cual llamaremos -al comentario inaugural- el primer comentario y qué manera de escribir sin comas. En minutos, hablaremos sobre su relleno.
Soy un visitador de sitios. Sobre todo vicho (soy bicho) los comentarios que deja la gente. Todo lo mismo, son todos iguales, cortitos, con alguna pavada, algún saludo lambeta, la mayoría insultos, con mucho número lo que no dice mucho, sin creación alguna.
Yo mismo avisaría a John Gugl para que me retirase la licencia si recibiera esos improperios. No creo soportar la ignominia ante los que siento pares, como los oligofrénicos, los impares, los nonos y los sordomudos. Y aquí el quid de la cuestión; en este caso de el sabor que deja el comentario.
La muchacha escribió desde Trenque Lauquen, vaya a saber uno dónde luciferes queda, el comentario inaugural, el que le arrancó el himen al nuevo espacio, que será exclusivo para ustedes: los comentarios. No importó cuán lejos recide. Ella entendió de qué iba. No hubo necesidad de publicar esto antes, aunque lo tenga pronto aun antes de iniciar este camino, sinuoso. En ese tiempo no se llamaba como ahora, el sabor que deja el comentario; no tenía nombre. A lo que iba...
Salud Trenque Lauquen, Argentina. Gracias Chuck. Salud sordomuda menor, encargada de llevar la tijera a la cinta de este rincón y obsesiva como uno de la falta de ortografía. Ya conseguiré esos marcadores de punta, esos delanteros, los marcadores con los que marcábamos dónde dejábamos las puntas y tres delanteros para tu equipo ideal. Recibí muy bien el buen augurio, bien mamadera, como debe ser.
Siento mucho lo de tu padre. Ocurrió como él hubiese querido, quedate tranquila. Esto no pretende un potencial chateo.

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